Por Iván García-Nisa @ivangarcianisa, vocal de Educación, Divulgación y Comunicación de la @APEspain / educación@apespain.org | Photo by Jonas Wagner @ CC Some rights reserved

Los humanos tenemos la capacidad de saber lo que sabemos y lo que no sabemos, e incluso de identificar hasta qué punto confiamos en lo que creemos que sabemos. Esta habilidad es lo que llamamos ‘metacognición’ y nos permite comprender y ser conscientes de nuestros propios pensamientos y del de los de los demás, enjuiciar la realidad, tomar decisiones, regular los propios procesos mentales, permitiendo gestionar otros procesos cognitivos más simples como el aprendizaje.

Los humanos basamos nuestro nivel de confianza metacognitivo (es decir, cuán seguros estamos de lo que sabemos, recordamos o creemos que sabemos) en lo que se conoce como fluencia perceptual (es decir, la facilidad de procesar un estímulo en función de su calidad perceptual). Dicho de una manera más sencilla, cuanto más fácilmente percibamos un estímulo (ya sea de forma auditiva, visual, etc.), más seguros estaremos de que ese estímulo es cierto, correcto o más fácil de recordar. Por ejemplo, le daremos más credibilidad a una afirmación escrita en letras grandes que a una escrita en letra pequeña, ya que la primera es más fácil de ver y leer. Así, a la hora de evaluar lo que sabemos, los humanos podemos ser engañados por estas ilusiones metacognitivas, lo que, por otro lado, resulta muy útil a la hora de recordar conceptos, ya que manipulando la calidad perceptual de lo que leemos, podemos facilitar el aprendizaje. Pero, ¿esta capacidad es únicamente humana? ¿En qué basan la toma de decisiones otras especies? ¿Los primates no humanos también son capaces de evaluar lo que saben?

Algunas investigaciones sugieren que los individuos de otras especies animales utilizan el aprendizaje asociativo (es decir, la asociación de una respuesta concreta aprendida frente a un estímulo particular) para tomar decisiones seguras y precisas. Otros autores sugieren que los animales no humanos simplemente acceden y evalúan la solidez de sus recuerdos. Sin embargo, un nuevo estudio nos revela que esta habilidad metacognitiva de la que hablábamos anteriormente, parece también estar presente en los primates no humanos y funcionaría de una manera similar a la de nuestra especie. Para demostrarlo, los autores del estudio realizaron un experimento en el que se manipulaba la fluencia perceptual de unas imágenes para evaluar cómo las diferencias en la calidad del estímulo que se presentaba podían alterar el rendimiento de los sujetos en la tarea.

El experimento consistía en una pantalla táctil en la que se mostraba a los monos una imagen de un objeto o un animal. A continuación, se mostraba la misma imagen anterior junto con otras tres imágenes de objetos distintas. El objetivo consistía en que el sujeto seleccionase en la pantalla la imagen que había observado en primer lugar si quería recibir una recompensa. No obstante, una vez seleccionada la imagen, y para eliminar decisiones basadas únicamente una asociación respuesta-recompensa, se mostraba a los sujetos una última pantalla en la que debían de indicar si estaban altamente seguros de que su respuesta era la correcta o no. En caso de que la respuesta fuera correcta y los sujetos hubieran indicado que estaban muy seguros de ello, la pantalla mostraba cómo su contenedor de fichas se llenaba, y cuando conseguían llenarlo (recibían tres fichas por cada respuesta correcta y segura), recibían una recompensa. Por el contrario, si la respuesta era incorrecta pero los monos habían indicado que estaban seguros de su respuesta, perdían tres fichas. Finalmente, si los monos indicaban que no estaban muy seguros de su respuesta, tan sólo recibían una ficha, independientemente de que la respuesta fuera correcta o no.

A lo largo del experimento, los investigadores manipulaban la calidad de las imágenes que los monos debían recordar, por ejemplo, cambiando el contraste y dificultando su visibilidad. A pesar de que los cambios en la calidad de la imagen no tuvieron ningún efecto en el número de respuestas correctas e incorrectas (es decir, la probabilidad de que escogieran la respuesta correcta o no, no se vio afectada por la manipulación en la fluencia perceptual), sí que incrementó la probabilidad de que los monos estuvieran más seguros de sus respuestas cuando la calidad de la imagen era mayor. De esta forma, los autores demostraron que estos primates, al igual que los humanos, son también susceptibles a las ilusiones metacognitivas, ya que una mayor fluencia perceptual les llevaba a confiar mucho más en sus respuestas, a pesar de que éstas no fueran correctas.

En conclusión, podríamos pensar que nuestra habilidad metacognitiva nos engaña constantemente sobre lo que sabemos. Sin embargo, hay un motivo por el cual los humanos retenemos esta capacidad, que también parece estar presente, con el mismo riesgo ilusorio, en otras especies de primates. La metacognición nos permite juzgar de una manera rápida si sabemos o no una respuesta, si tenemos o no un conocimiento y así, poder tomar decisiones al momento. La fluencia perceptual juega un papel importante a la hora de juzgar rápidamente lo que sabemos y la confianza que depositamos en ese conocimiento, ya que funciona como un sistema de pistas o señales que nos ayudan a determinar si conocemos la respuesta y cuán seguros estamos. Esta capacidad puede resultar muy útil en ciertos escenarios, por lo que su resistencia a desaparecer a lo largo de la evolución debe tener su razón de ser, aunque en algunos casos, una confianza excesiva en una respuesta incorrecta pueda meternos en líos.

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Referencias:

Ferrigno, S., Kornell, N., & Cantlon, J. F. (2017, September). A metacognitive illusion in monkeys. In Proc. R. Soc. B (Vol. 284, No. 1862, p. 20171541). The Royal Society.