Por Laura Franch Arjona, alumna del Máster en Primatología de la Universitat de Girona · Fundació Mona

Desde 2009 el Instituto Jane Goodall España trabaja en Senegal y Guinea para la conservación del chimpancé (Pan troglodytes verus) y la gestión sostenible de recursos agroforestales y turísticos. El equipo está formado por voluntarios procedentes de múltiples ámbitos de conocimiento, pero con un mismo objetivo: formar parte activa de la protección de los únicos y últimos chimpancés de Senegal, así como del espacio natural que ocupan.

En septiembre de 2015 pude entrar a formar parte de este equipo. Ahora, trabajando junto a ellos, he tenido la oportunidad de conocerles, de ver cómo compaginan sus múltiples tareas, aprender de lo que hacen y —en definitiva— saber qué implica eso a lo que llamamos: Primatología de campo.

Esta es una entrevista que hice a cinco de mis compañeros de trabajo y de fatigas. Cada uno de ellos participa en un proyecto distinto dentro del Instituto Jane Goodall España y unen sus conocimientos y sus experiencias al esfuerzo colectivo que IJG España hace como equipo.


En primer lugar me gustaría saber cómo conocisteis IJG España.

Manuel: Fue en el año 2009. Estaba haciendo un voluntariado en Rainfer, un centro de recuperación de primates de Madrid. Algunos compañeros que trabajábamos allí decidimos crear el grupo Roots & Shoots Madrid. Ahí contactamos con Federico Bogdanowicz y Ferran Guallar que son los directores de IJG España. Entonces Ferran, en 2011, nos comentó que buscaban voluntarios para ampliar el proyecto de conservación en Senegal y nos vinimos.

Aina: En mi caso también fue a través de Ferran y de Fede. Al finalizar el máster busqué trabajo y vi que en todos pedían experiencia. Pensé que un modo de tener experiencia sería hacer un voluntariado, así que busqué diferentes opciones y, al final, a través de la amiga de una amiga me pude poner en contacto con ellos.

Mónica: Yo también por internet. A Jane Goodall la sigo desde pequeña gracias a mi madre. En el colegio nos preguntaron quiénes eran nuestros líderes, al llegar a casa se lo pregunté a mi madre y ella me habló de Cousteau y de Jane Goodall. Luego de mayor fui a alguna de sus charlas en Madrid y miré la página web del IJG. Allí vi que ofrecían puestos de ecoinvestigadores, así que en 2013 me vine a Senegal tres semanas. En ese tiempo tuve la oportunidad de ver cómo trabajaban los investigadores y me gustó mucho, además era una de las cosas que siempre quise hacer, así que decidí hacer mi doctorado aquí.

¿Antes de llegar aquí, colaborásteis con alguna otra organización que trabajara para la conservación o recuperación natural?

Mónica: Sí, siempre he participado directamente o como socia en alguna organización. Empecé colaborando con algunas protectoras de perros y luego participé activamente con EcuAnimal, ANAA, Igualdad Animal y PACMA.

Aina: Hice las prácticas de la carrera con el CRAM, que es un centro de recuperación de animales marinos del Prat de Llobregat (Barcelona). También estuve como monitora en el Centre Excursionista Puig Castellar, en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), en el que hacía educación ambiental con niños.

¿Qué te llevó a colaborar con IJG?

Manuel: Me motivó, primero el hecho de trabajar en África; segundo, que fuera un proyecto de conservación; y tercero, que se trataba de chimpancés.

Justinn: Yo buscaba una experiencia práctica dentro del campo de la biología. Necesitaba escapar del entorno universitario y salir al campo.

Mónica: A mí me gusta su filosofía, que es también la utilizada por Jane Goodall, de tratar la conservación de una manera más global, que tiene en cuenta los animales y también el medio ambiente y la gente.

¿En qué estáis trabajando actualmente?

Justinn: Como actividad principal estoy haciendo un seguimiento ecológico de los chimpancés de El valle de Nandoumary.

Manuel: Ahora mismo soy el coordinador del departamento de investigación. Básicamente lo que hago es la coordinación de proyectos en marcha, de sites y de voluntarios. Aunque también salgo al campo.

Mónica: Estoy haciendo el doctorado, además ayudo como voluntaria. Empecé recogiendo muestras fecales de chimpancés para hacer un estudio de temperamento, pero llegó el boom del ébola y tuve problemas para exportar las muestras. Como no sabía cuánto tiempo iba a durar esta situación tuve que idear una alternativa. Fue estudiar las aptitudes y la percepción de la población hacia la conservación de los chimpancés y luego contrastar esa información con los datos del bosque. Al siguiente año conseguimos exportar las heces y entonces retomé el estudio. A final vi que ambos estudios se complementan bien para ver si existe competencia de recursos entre los chimpancés y la población. Actualmente estoy terminando los proyectos.

Aina: Yo estoy en el departamento de conservación. Hace poco recibimos una subvención para realizar una campaña de educación. El programa está enfocado a niños y a adultos. Este programa utiliza el chimpancé como bandera e intenta explicar porqué tenemos que protegerlo y qué beneficios aporta su conservación. Con las escuelas hacemos visitas al centro de visitantes y se les explica qué es la reserva, qué fauna y flora hay aquí y porqué es importante que exista. Además me dedico a buscar financiación para proyectos de conservación. También estamos avanzando en un protocolo de seguimiento y monitoreo del estado de la reserva. Para ello creamos una serie de indicadores que nos dicen el estado de diversos recursos tróficos. Por ejemplo utilizamos como indicadores una serie de especies de árbol importantes para la supervivencia del chimpancé. Entonces miramos cómo están estas especies ahora y cómo estarán en cinco años y analizamos las diferencias que hayan podido surgir durante ese tiempo. También realizamos asistencia técnica en el comité de la reserva.

¿Cuál es el objetivo de tu estancia en Senegal?

Justinn: Aprender es siempre mi primer objetivo, también lo es disfrutar. A ello se añade que quiero comprobar si realmente me gusta esto que siempre he deseado hacer, que es ir a África, trabajar en la naturaleza y estudiar sus principios. Comprobar si el trabajo en el campo me agota o si realmente lo disfruto.

Mónica: Mi objetivo último con la investigación es conseguir aportar algo en relación a la conservación y protección animal. A través de mi estudio pretendo ayudar a los chimpancés y a la población local, planteando algunas líneas de actuación para que todo sea más sostenible y aportar mi granito de arena para la protección del chimpancé aquí. No sé si es muy ambicioso, ¡pero es lo que quiero descubrir!

Aina: Supongo que el objetivo final de mi estancia es poder aplicar todos los conocimientos aprendidos en la universidad. Y, efectivamente, ganar la experiencia necesaria para encontrar un trabajo remunerado.

¿Cómo es el día a día?

Mónica: Tengo tres días a la semana de salidas de campo. Esos días me levanto a las 6 para salir a las 6:30 al campo con mis compañeros, que son guías locales, con el objetivo de buscar chimpancés. A la hora de comer vuelvo a casa, con la familia, porque vivimos con familias locales que nos acogen. Descanso un poco y por la tarde paso los datos tomados en el campo al ordenador. Después a cenar y a dormir tempranito. De los días que me quedan, dos de ellos paso encuestas a la población. Luego me tomo un día de descanso que es para lavar ropa, limpiar la casa, comprar y el premio es ver una película si puedo.

Justinn: De lunes a viernes me levanto con la luz del alba o algo antes y, junto al guía, salimos a hacer siete horas de seguimiento ecológico de chimpancés por El Valle de Nandoumary y El Valle de Pelel. Al llegar me ducho con un cubo de agua ¡si tengo la suerte de que haya agua ese día! Después como y me echo una siesta. Al despertar voy a cargar el móvil a casa de otro voluntario que tiene la suerte de tener placa solar. Cuando vuelvo a casa ceno con la familia, miro algo en el ordenador y me voy a dormir. Los viernes bajo a Dindefelo para reunirme con el resto del equipo y comer algo distinto. La verdad es que la comida en Nandoumary aunque es buena, me resulta poco variada.

Manuel: Ahora mismo estoy metido de lleno en un proyecto etológico, así que salimos al campo tres días seguidos, doce horas al día. Los tres días siguientes pasamos datos, verificamos los vídeos, hago trabajo de coordinación y descanso un poco. Pasados estos tres días de descanso, volvemos a salir al campo y así vamos haciendo.

Aina: En mi caso el día a día es muy variable. Todo depende de lo que tengas que hacer en ese momento. Hay días que simplemente me quedo en el centro trabajando con el ordenador y peleándome con internet para conseguir enviar o recibir mails. Otros días salgo al campo con los ecoguardas o llevando a la práctica el protocolo de monitoreo. Últimamente hemos estado saliendo a menudo para hacer transectos y contabilizar los árboles de las especies como comentaba antes.

¿Cómo trabajáis en campo?

Manuel: El estudio que estoy llevando a cabo es para conocer la influencia del turismo en el comportamiento de los chimpancés. Para eso tomamos datos comportamentales de los chimpancés ante la presencia y ausencia de turistas o gente local para, posteriormente, ver si la presencia humana influye en sus conductas.

Justinn: Nosotros empezamos el día haciendo escuchas en puntos clave que tienen una visión panorámica del valle. Si tenemos información de cualquier persona del pueblo que haya visto u oído a los chimpancés, la aprovechamos. En general nos marcamos una ruta por las zonas de nidificación más frecuentes y recogemos los datos para el seguimiento ecológico. Si nos encontramos con los chimpancés, tomamos material gráfico para la identificación.

Mónica: Yo no dependo tanto de encontrar a los chimpancés porque también tengo que tomar datos de los distintos recursos que hay, como agua y árboles. Sobre el agua tengo que anotar si hay mujeres que están lavando y si eso implica basura como ropa abandonada o plásticos. En cuanto a los árboles, me fijo en si hay tala, incendios, recolección de frutos por parte de personas,… Una vez encuentro a los chimpancés tomo datos de su comportamiento para ver cómo esa competición por los recursos les puede afectar y cómo responden ellos.

¿Qué requisitos crees que debe tener un equipo que trabaje en estas condiciones?

Justinn: Tolerancia, respeto, una gran paciencia y facilidad para resolver conflictos. La comunicación es muy importante, especialmente por dos motivos: en primer lugar, al estar divididos en distintos sites, separados en diferentes pueblos, tenemos que saber intercambiar información; por otro lado, al haber un cambio de gente constante hay que tener unas pautas de transmisión de información. Además es también necesaria una gran solidaridad mostrada con el resto de compañeros del equipo. Por ejemplo, no hay una persona enferma a la que alguien le gire la espalda ya sea para llenarle el cubo de agua o para traerle la comida.

Aina: Es importante contar con guías locales, y además creo que en el equipo debe haber líderes locales que asuman responsabilidades. También es recomendable que sea un equipo multidisciplinar y tener una estructura de red en el grupo, para que todo el mundo pueda tener cierta autonomía. En general, gente con un actitud muy flexible.

¿A quién recomendaríais esta experiencia?

Manuel: No es suficiente tener estudios o experiencia previa, ¡es necesario tener la cabeza bien amueblada! Tienen que ser personas que puedan adaptarse a condiciones complicadas. Básicamente personas a las que les guste la naturaleza y los animales, pero no se puede dejar de lado que esto conlleva una vida con algunos inconvenientes y con pocos lujos.

Justinn: Deben ser personas optimistas, trabajadoras y con iniciativa. No es un trabajo fácil. Es como el trabajo del arqueólogo; cuando vas al museo te muestran las mejores piezas, pero no te enseñan las horas de trabajo bajo el sol. Aquí se hace evidente esto, así que deben tenerse los objetivos claros.

IJG España siempre ha estado compuesto por un equipo multidisciplinar formado por biólogos, economistas, sociólogos, botánicos,… ¿Qué importancia creéis que puede tener esta composición heterogénea para los objetivos del Instituto?

Mónica: Sin duda enriquece los resultados. Aquí se necesita tocar muchas áreas distintas. Un concepto como el de conservación, que es algo tan holístico y con tantas variables a tener en cuenta, necesita personas con distintas habilidades. Además de biólogos, alguien en el departamento de comunicación para que se conozca el proyecto y consiga socios. También personas que sepan buscar proyectos y financiación. No olvidemos que es fundamental un profesional que sepa educar y sensibilizar. Cómo no, biólogos, agroforestales, agrónomos,…

Manuel: Creo que nos beneficia especialmente a la hora de encontrar soluciones. Cuantos más perfiles distintos haya, más se puede abarcar y más problemas se pueden resolver.

En vuestro día a día trabajáis junto a trabajadores locales, ¿qué beneficios tiene esa cooperación?

Mónica: Nosotros, extranjeros, trabajando únicamente con nuestros conocimientos no llegaríamos a tener resultados eficaces. Son ellos los que tienen el conocimiento de aquí, de la población, de la cultura. De ellos obtenemos mediadores que nos enseñan todo a nivel de cultura, cómo tenemos que actuar con la gente de aquí, protocolos sociales,… Ellos son los únicos del equipo que conocen realmente esto. Además de forma inmediata su contratación incentiva la economía local.

Aina: Son imprescindibles en nuestro trabajo. En primer lugar porque es su casa y hay un conjunto de cosas que ellos conocen desde mucho antes que llegáramos nosotros. Sobre el campo tienen un conocimiento más que increíble. Te aportan seguridad, conocimiento y te asesoran sobre el componente cultural. Por poner un ejemplo: uno de los principales problemas que tenemos aquí es que las mujeres van a lavar al río y dejan la ropa vieja allí tirada. Eso hace que haya montones de ropa en el bosque. La primera idea que tuvimos fue quemar la ropa, pero después supimos que hay una creencia que dice que si quemas la ropa de tu ser querido, este se pondrá enfermo. ¡Así que quemarla no es una opción!

Justinn: Efectivamente, los guías de campo tienen un amplio conocimiento de geografía y de botánica del que nos podemos beneficiar directamente, ese conocimiento se complementa muy bien con nuestro conocimiento de carácter más teórico. Para la conservación son un canal de diálogo en el que se pueden asimilar ideas para el mantenimiento del trabajo que se está haciendo. Eso puede generar, como objetivo último, que de la conservación se acabe responsabilizando gente local.

Un equipo de tubabs [significa “persona blanca” en idioma wolof] llega a Senegal y dicen querer proteger una parte del bosque y sus animales. ¿Qué necesidades humanas, de la población local, creéis que se deben tener en cuenta?

Manuel: En primer lugar, se debe tener en cuenta que tienen que seguir comiendo. Decirles lo que no pueden hacer requiere darles una alternativa que tenga en cuenta su cultura y que intente comprender cómo piensan. Así pues, si tú les dices que no pueden talar en un área del bosque, lo que debes hacer en primer lugar es informar y explicar porqué y, en segundo lugar, ofrecer una alternativa económica disponible a largo plazo gracias a la que puedan recibir ingresos y a la vez mejorar la calidad de vida de la comunidad.

Aina: Debes tener en cuenta cuál es el uso que hace la población local del entorno natural y que la naturaleza es su principal fuente de subsistencia. Pero también se deben tener en cuenta sus creencias y su religión, su economía y —por supuesto— la educación, porque si no tienes en cuenta lo que saben y lo que no, si no les intentas explicar lo que quieres hacer, no pueden entender el porqué.

Mónica: A nivel económico, estamos en una de las zonas más pobres de Senegal. En los resultados de las encuestas he visto que necesitan los recursos del bosque para sobrevivir. Eso significa de construir sus casas, a vender algo del bosque para conseguir dinero para comprar medicamentos… ¡Todo eso se debe tener en cuenta! Otro ejemplo es el Proyecto de vallas verdes, que ofrece una alternativa ecológica. Este proyecto surge de la ONG Trees for the future, y parte de la necesidad que tiene la población de cortar madera para generar los vallados que rodean a las casas. Consiste en enseñarles a plantar una serie de árboles de crecimiento rápido para proporcionar vallas naturales que sustituyan las de madera. Implicaría no tener que ir cambiando las vallas cada año y poder aprovechar los beneficios que les ofrecen las plantas —por ejemplo— si son árboles frutales.

En este contexto, ¿qué importancia dais a la educación?

Aina: Toda. Creo que todas las acciones deberían pasar por la educación. El problema de la educación es que debe ser una inversión a largo plazo y eso es algo que cuesta entender a algunos inversores que quieren acciones inmediatas y concretas. Tenemos que pensar que nosotros nos iremos de aquí y si la gente de aquí ha conseguido valorar lo que tiene y entender porqué vale la pena conservarlo, lo que hacemos ahora puede durar siempre.

Justinn: Si no se consigue educar en el porqué de la conservación, no hay conservación. Si la población no entiende porqué es necesario mantener el bosque y en qué les beneficia, no hay motivación para la conservación. ¡La educación debe ser la raíz de este trabajo!

¿Qué ventajas tiene el trabajo de campo?

Manuel: Teniendo en cuenta el objetivo de la conservación, estando en el campo adquieres información que después puedes utilizar para generar diseños de estudios. Además desde siempre me ha gustado la naturaleza y los animales y eso en sí mismo ya es una ventaja.

Aina: En el bosque trabajas contigo mismo, para hacer algo dependes de ti y de tus capacidades de hacerlo. ¡Palpas la realidad! Ya puedes leer artículos y artículos, pero cuando sales al campo ves lo que es cada cosa en realidad.

¿Qué me decís en relación a las desventajas?

Aina: Que todo puede cambiar. No puedes controlar muchas de las variables. Si sales y se inicia una tormenta, no sales; si hay una fiesta local y el asistente de campo no puede venir, no sales. Entonces tienes que poder adaptarte para evitar frustrarte.

Manuel: Algunos días se hace pesado y te aburres. Los días que no encuentras nada, llegas a tener la sensación de estar perdiendo el tiempo o de pensar que no lo estás haciendo bien.

Mónica: También el riesgo a nivel de animales, sobre todo de serpientes. Aunque la verdad es que en el tiempo que llevo aquí he visto que puedes hacerte más daño tropezándote. Y el calor, claro.

¿Te ha sido difícil renunciar de repente a ciertas comodidades que tenías en España?

Mónica: A la ducha por cubitos y a la letrina te acabas acostumbrando. A mí personalmente lo que más me cuesta son los bichos: mosquitos, serpientes,…

Justinn: Al principio pensaba que se me haría más difícil, pero… Yo a veces me quedo sin agua, y ellos [refiriéndose a la familia local] la van a buscar para mí. O al principio me quejaba de que la comida era rutinaria, pero sigo comiendo mejor que la familia que me acoge. Entonces estas pequeñas cosas me hacen ver que no estoy tan mal.

¿Qué es lo que más echas de menos?

Manuel: La familia y la comida, no necesariamente en este orden… [¡Ja ,ja, ja!]

Mónica: Creo que lo que se echa de menos cambia con el tiempo. Al principio echaba de menos cosas más materiales, pero con el tiempo yo echo más de menos a la gente, a mi gente, a mi familia y mis amigos.

Aina: Para mí también son la familia y los amigos. Pero también la diversidad en la comida. Acabas pasando muchas horas pensando en lo que te gustaría comer y odiando a la gente que te envía whatsapps con fotos de comida. El ocio, ir al teatro, al cine,… ¡La lavadora! Odio lavar a mano. Tardas, sudas y al final la ropa sigue pareciendo sucia.

Es el momento de contar alguna anécdota, ¿cómo lo véis?

Aina: Cuando empezamos a hacer la formación a los ecoguardas para que aprendieran a utilizar las tablets digitales, nos dimos cuenta que de los diez, solo tres sabían leer. Entonces decidimos formar tres equipos y poner en cada equipo por lo menos una persona que supiera leer para que manipulara la tablet. Después de hacer una formación teórica salimos al campo a hacer unas pruebas. Al principio solo los ecoguardas que sabían leer la manipulaban, pero después, este le pasaba el aparato a otro del equipo. Como este no sabía manejar, el “líder” le iba diciendo dónde tenía que pulsar en cada paso. Finalmente los que no sabían leer aprendieron de memoria donde estaba cada cosa dentro del programa y podían coger algunos datos por sí mismos.

Manuel: Un día estábamos trabajando en el centro y llegó un grupo de niños. Uno de ellos, de unos diez años, me llamó para que fuera a la entrada y me dijo en pulaar que si quería comprar un babuino. Le miré fijamente y luego nos dimos cuenta que tenía una cría de babuino atada en el vallado de detrás de una casa. Fuimos unos cuantos, desatamos al babuino y se marchó. Intentamos saber el nombre de los niños, en parte para meterles un poco de miedo en el cuerpo y entonces supimos que algunos de ellos eran hijos de familias del pueblo. Así que nos dimos cuenta que era necesario explicar que aquello —lejos de ser gracioso— era ilegal y no estaba bien. Es difícil gestionar eso porque no hay un sistema claro para que los ecoguardas lo denuncien. Se tiene que tener en cuenta que se pide que multen a familiares y amigos. ¿Cómo vas a poner una multa a alguien a quien puede que le tengas que pedir un favor?

¿Y eso solo pasa con los babuinos?

Mónica: Yo en el pueblo he visto un babuino y un mono rojo que los habían atrapado para vender, y un vervet que paseaban como una mascota.También se han visto tortugas y pájaros que también intentan vender

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